¿Quién no ha esperado muchas horas para poder entrar a un concierto o, quizás, a un estadio? ¿Qué fanático no ha anhelado ver su ídolo? ¿Qué niño no ha esperado con ansias el lanzamiento de un juego nuevo?. Parece que ese mismo sentimiento, de angustia – emoción y alegría, desencadenó los 50’s Aniversario del Museo Guggenheim de New York.
Este acontecimiento cautivó a miles de personas de distintas partes del mundo, no solo por la exposición presentada “ Frank Lloyd Wright from within outward”, sino también por semejante obra de arquitectura diseñada por Frank Lloyd Wright y ubicada en la 5ta avenida y la 89 calle frente al Central Park, New York.
Una vez dentro, encuentras a decenas de personas; algunas recogiendo sus auriculares para escuchar la exposición; otras tomando fotos en el hall y otros, como yo, quedando impactados por la monumentalidad del espacio, viendo como la rampa alrededor lo forma.
Al subir, se aprecia este gran Espacio desde distintas perspectivas, además que conforme recorres el camino se muestra una serie de fragmentos de la exposición. Esta sensación, al momento de recorrer el camino, trae a mi mente el Museo Hishhorn en Washington, en donde parte de la exposición aparece por sorpresa. De igual manera, aparecen las maquetas, dibujos y planos de las distintas etapas del diseño del Guggenheim, además de los proyectos más osados de Frank L. Wright como el High Mile; pasando por la galería de Kandinsky, la colección Thannhauser entre otros. Esta sensación, de estar a la expectativa de lo que puede venir, es increíble.
Creo que esa magia, al recorrer la rampa, pudo haber seguido si es que el regreso no fuera por el mismo lugar de donde viniste, como dijo una vez un amigo: regresar por el mismo camino puede ser aburrido. Pero, no cabe duda, que la sensación después de recorrer y conocer el Guggenheim es gratificante.
R.
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